Los humanos somos seres
históricos, por lo cual se puede pensar que cuando un individuo es retenido
contra su voluntad, este hecho repercute indudablemente en el resto de la vida
del plagiado y en la de su familia.
Es
claro que algún impacto relevante en la vida de una persona se convierte en una
trauma; en la psicología un trauma hace referencia a una vivencia que afecta de
tal manera a la persona que le deja una marca desfavorable para su vida.
Cabe decir que cuando
hablamos de trauma psicosocial que puede tener un ser humano, la herida (el
trauma) fue originada social mente, es decir que sus raíces se encuentran
en su sociedad, no en el individuo, y que como consecuencia la naturaleza del
trauma se mantiene entre la relación del individuo y la sociedad; este aspecto
se convierte en un tema importante a la hora de determinar que debe hacerse
para superar estos traumas psicosociales.
Para Ignacio Martín
Baro el secuestro deja en la persona secuestrada un trauma psicosocial, la
gravedad de este trauma dependerá de la vivencia de cada individuo secuestrado;
la vivencia está condicionada por el desarraigo social que tenga, por su
participación en el conflicto, además de otras características de la
personalidad del secuestrado y experiencia vivida por este. La
psicología social debe intervenir para aportar al cambio de algunas de las
consecuencias negativas que viven las personas que han sido víctimas de
secuestro.
La intervención de la
psicología social sobre el trauma psicosocial descansa sobre dos pilares, el
primero es sobre la noción del trauma psicosocial, dicha noción no está
dirigida a personas individuales sino a las comunidades en la que éstas viven
y, por lo tanto, el impacto de la intervención debe valorarse en el ámbito
colectivo o social, y la segunda intervención debe estar dirigida hacia la
necesidad que existe de recuperar la memoria histórica, donde se busca colocar
la historia de las víctimas del conflicto en oposición al discurso que
naturaliza la violencia que se vive en Iberoamérica, disminuyendo así el dolor
de las victimas promoviendo el olvido de estos.
A pesar de las
circunstancias de trauma psicosocial por el que pasan algunas perdonas, cabe
decir que para algunas de estas (personas) los momentos difíciles le ha dado la
oportunidad de desarrollar excepcionales virtudes humanas de altruismo y amor
verdadero, ojala todos los que tenemos la suerte de no pasar por momentos
difíciles como secuestros, desplazamientos, pobreza extrema, etc. Desarrollemos
también virtudes como las anteriores acompañadas por valores tan importantes
como la solidaridad, compasión, humildad que nos ayuden a construir una
sociedad más justa con todos.
La
toma de individuos desarmados e indefensos como rehenes no solamente paraliza a
la víctima sino que también afecta la integridad psicológica y económica de
toda la familia. Además, crea un dilema moral imposible de manejar para los
individuos, las compañías y los gobiernos involucrados cuando se les exige el
pago de un rescate. Por un lado, parece que pagar el rescate es la única forma
de salvar la vida de la víctima. Por el otro lado, este pago contribuye
directamente a fomentar la guerra. Una barrera de silencio rodea este tema. En
Colombia esto se puede explicar por el miedo abrumador de la gente.
Desde
1996, cerca de 1 millón de colombianos han abandonado el país, principalmente
porque consideran que los insurgentes los tienen en la mira para extorsionarlos
o secuestrarlos.
Un
secuestro usualmente genera en los familiares de la víctima una necesidad
predominante de proteger al ser querido. Esto implica que en tiempos de gran
desesperación los fuertes sentimientos personales casi siempre priman sobre la
noción de que el no pago por el rescate beneficia el interés común. Todo el
mundo sabe que el número de secuestros disminuirá si las familias no pagaran el
rescate.
El
movimiento de no pago tiene un gran valor social en el sentido de que permite
expresar la repugnancia indescriptible que producen las prácticas del
secuestro. Este movimiento también elevó el nivel de conciencia con respecto a
las posibilidades de la resistencia civil contra el secuestro, aunque los civiles
a menudo se sienten impotentes en relación con su propia seguridad.
Sin
embargo, el plagio masivo de la iglesia de la María demuestra claramente lo
difícil que es mantener una posición dura contra los secuestradores cuando la
cuestión se convierte en algo personal, incluso para aquellos que en principio
se oponen al pago por el rescate.
Normalmente,
esto significa que después de que la tragedia del secuestro ha terminado, las
víctimas no solamente sufren las consecuencias prolongadas de los traumas, sino
que también terminan encontrándose en medio de deudas cuantiosas. Para la
mayoría de las víctimas colombianas, el pago de la extorsión significa la
quiebra económica de su empresa (personal o familiar) o el endeudamiento con
los bancos a largo plazo y a tasas de interés extremadamente elevadas. Después
de haber sido secuestrado, un hombre de 76 años se lamentaba amargamente de que
las víctimas del secuestro “le pagan una vez a la guerrilla y dos veces al
banco”
Colombia
tiene numerosas y diversas instituciones estatales responsables de la seguridad
de los individuos y las organizaciones. Desafortunadamente, dichas
instituciones son insuficientes para garantizar la seguridad de los ciudadanos
colombianos o de las compañías establecidas en el país. Esta es una
consecuencia de la ausencia de estructuras de seguridad del Estado en las zonas
rurales y de la insuficiente dotación de las instituciones existentes para
responder a la gravedad del problema de inseguridad. Además, la eficacia de
estas instituciones está socavada por la corrupción
Considero
que la falta de mecanismos efectivos para hacer cumplir las leyes representa un
gran obstáculo para avanzar en el desarrollo de la responsabilidad
internacional de los grupos armados de la oposición en Colombia. Lo que se
podría hacer en el futuro es crear un procedimiento para demandas individuales
por las violaciones al Derecho Internacional Humanitario cometidas por los
grupos armados de la oposición, incluyendo a los grupos colombianos.
Martín Baró, I. (2000) Guerra y Salud Mental. En: Martín Baró, I. & Colab. (2000) Psicología Social de la Guerra. El Salvador. UCA Editores. Págs. 24-40.
Gaborit (s.f.) Reconstruir el tejido social mediante la práctica de transformar el pasado: diseño de una intervención en violencia política. Documento de trabajo para la cátedra virtual Ignacio Martín Baró.
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